La guerra que había que ganar, Williamson Murray y Allan R. Millett

Para que el lector se haga una idea de las coordenadas ideológicas del libro que voy a comentar quizás nada mejor que las palabras que le dedicó el general John W. Vessey, veterano de África del Norte, Anzio y Francia, y que llegó a dirigir la Junta de Jefes de Estado Mayor de los EEUU: «Me propongo decir a mis nietos que si quieren entender la segunda guerra mundial y la generación que combatió en ella, deben leer este libro.» Bueno, yo no tengo nietos a los que recomendar el libro, pero sí que puedo decir que Murray y Millett, los dos prestigiosos estudiosos pertenecientes al aparato académico relacionado con la defensa estadounidense, han escrito una síntesis perfecta del último gran conflicto mundial, y que no hace falta ser estadounidense (o nieto del general) para estar de acuerdo con sus conclusiones.

En primer lugar, el libro es un antídoto contra determinadas fábulas revisionistas que han pretendido justificar con mala fe y argumentos más bien huecos la deriva de Alemania hacia el nazismo y la guerra totalitaria en la que se embarcó en 1939. Se ha dicho que se vio empujada a la guerra porque se encontraba amenazada por el comunismo, o por las condiciones abusivas del tratado de Versalles; se ha dicho también que las bombas atómicas, las barbaridades soviéticas en Alemania, o los bombardeos sobre las ciudades alemanas oscurecen los méritos de la “guerra justa” aliada frente a la barbarie nazi. El primer argumento demuestra ser una falacia si se examinan por ejemplo las motivaciones de dos de los regímenes agresores, Italia y Japón, que habían resultado vencedores en la guerra anterior, y aún así hicieron lo que hicieron. El segundo argumento, que yo creo menos decisivo, supone creer que los nazis esperaron a ver cómo hacían la guerra sus rivales para ponerse a su altura. Varsovia, Rotterdam, Belgrado o Coventry fueron destruidas antes que una sola bomba británica cayera sobre una ciudad alemana. Dresde o las violaciones de mujeres alemanas en Berlín están ahí, pero no lo habrían estado de no haberse invadido Polonia, o bombardeado Inglaterra o tantas otras cosas. Los agresores marcaron la pauta y luego no hubo vuelta atrás.

Soy consciente de que simplifico, pero los que exhiben estas razones también lo hacen, como en tantas cosas (en la historia de nuestro país también), así que no me considero sujeto para expresar este juicio más que a las ideas que me producen más bienestar, y una de estas es admirar a los que ganaron la guerra y maldecir a los que con sus estúpidas ansias de grandeza la provocaron. No me parece descabellado tomar partido, pues la guerra pasó, pero continúa dando forma al presente y al futuro. En mi opinión, un libro es algo más que una colección de ideas bien expresadas: es una ventana abierta a las dolorosas experiencias de las generaciones que nos precedieron; es una oportunidad para aprender y no engañarnos.

A War to be Won (La guerra que había que ganar) presenta de forma clara y amena las operaciones militares en todos los teatros de la guerra, explica cómo se tomaron las decisiones que llevaron a tal o cual batalla, qué medios se emplearon y sus resultados. El producto final es un fresco bien animado, magníficamente escrito y con una presentación global del conflicto. El análisis de los autores está centrado especialmente en las acciones militares decisivas que los Aliados emprendieron para derrotar a los agresivos regímenes fascistas que habían invadido Europa y en 1941 se disponían a consolidar su dominio sobre millones de desdichados. Recalco esto porque los dos autores afirman precisamente que esta guerra debía ganarse costara lo que costara porque lo que se jugaba no era correr cien kilómetros una frontera o disputarse un mercado, sino la misma naturaleza de la civilización occidental, que Hitler, Tojo y Mussolini amenazaban con enterrar debajo de sus bárbaros proyectos. Los soviéticos no quedan demasiado bien tampoco, pero para los autores su papel en la derrota del Eje y los sufrimientos extremos que tuvieron que encajar, amén de las atrocidades que los nazis cometieron en la URSS, justifica su puesto como vencedores del fascismo. También hay que decir que los autores son capaces de mantener una postura crítica acerca de muchas de las decisiones y de los personajes del bando aliado (MacArthur, por ejemplo, no sale precisamente bien parado; Montgomery otro tanto; Patton se queda sin trabajo después de la victoria por su falta de entusiasmo hacia la desnazificación, etcétera).

Resulta aleccionador el análisis que los autores realizan de los monumentales errores cometidos por los alemanes durante la guerra, y que a su juicio fueron incluso más determinantes que la capacidad industrial y los medios desplegados por sus rivales. En Europa occidental y el Atlántico, resultaron decisivas la debilidad de la Kriegsmarine, la absoluta ineficacia de Dönitz para conseguir la victoria sobre las dos armadas más potentes del mundo (la británica y la norteamericana) y la gran jugada de ULTRA, por la que los Aliados tuvieron pleno conocimiento de los planes alemanes casi a tiempo real. En Rusia la torpe planificación del OKW durante el diseño de “Barbarroja” determinó el fracaso en Moscú. Su falta de flexibilidad para disponer de un plan alternativo una vez que el Ejército Rojo no se derrumbó completamente ante la acometida de la Wehrmacht los llevó a la monumental escabechina de Stalingrado. Los prejuicios xenófobos de alto mando hacia los soldados soviéticos hacían que, aún después de que la realidad los desmintiera con creces, se siguiera creyendo que los rusos eran poco menos que deficientes mentales incapaces de engañar a su elitista servicio de inteligencia. Los soldados alemanes a los que les cayó encima Uranus, o Bagration no debieron pensar lo mismo. Decía Tolstoi que en 1812 los rusos derrotaron a Napoléon porque tenían la razón moral. La mansedumbre de los generales frente a Hitler y su apoyo y en algunos casos participación en las atrocidades en Rusia y otros lugares (ni el “caballeroso” Manstein ni nadie queda a salvo) hacen que el juicio de Tolstoi esté aún más vigente en la década de 1940. Uno llega a la conclusión de que Alemania no podía ganar de ninguna forma la guerra y que sus victorias fueron el producto de la debilidad de sus enemigos más que de sus particulares virtudes. Cuando se enfrentó a potencias realmente preparadas y cuando perdió la batalla de los materiales estratégicos y del gran golpe contra la URSS, el cobarde régimen de Hitler se derrumbó como un montón de patatas.. Alegrémonos por ello.

Saludos y buenas lecturas.

Encuadernación: Tapa dura
ISBN: 9788484323235
Colección: Memoria Crítica
Nº Edición:1ª, Crítica
Año de edición:2002
Plaza edición: BARCELONA

18 comentarios en “La guerra que había que ganar, Williamson Murray y Allan R. Millett

  1. Muy buena reseña.
    A mi me ha parecido un libro francamente interesante y ameno, a pesar del buen número de páginas que tiene. Recomendable para tener una visión global del conflicto.
    Merece la pena adquirirlo y leerlo.

  2. Este es de los míos, lejos de los pesados libros con movimientos de tropas, numeración de ejércitos, cuerpos de ejército, divisiones, etc…Con una visión amplia y muy aséptico, totalmente recomendable. Muy buena la reseña, como nos tienes acostumbrado, amigo Leiva.

  3. Es complicado hacer un buen libro que sea una síntesis de un conflicto como la SGM. No suelo comprar libros muy generalistas que intentan hacer un resumen básico de hechos complejos y que siempre usan la manera más fácil y directa para explicar políticas o actos sin un estudio profundo. Puede que haga una excepción con este título.

  4. Yo también tenía mis dudas sobre un libro que abarca tanto en tan «pocas» páginas, pero al verlo en edición de bolsillo a 11 € me arriesgué.
    Gran acierto, para sorpresa mía es un libro muy completo y muy ameno, toca casi todos lo puntos de la contienda ( incluyendo la pre- y postguerra ).
    Estoy de acuerdo con el compañero Leiva en sus conclusiones, al lo largo del libro (que se lee como si fuese una novela) los autores van desgranando las claves del origen de guerra ,el comienzo y los diferentes actos que encaminan al final de la misma, además dedican unas últimas y nada desdeñables páginas a las consecuencias ,no solo en ese momento sino también a lo largo del siglo XX.
    El compañero Luismi dice que es un libro muy aséptico , a mi parecer no lo es ( Lo siento , no quiero entrar en polémicas) , es un libro en el cual La Moral tiene su peso recurrente y las conclusiones de cada capítulo a veces muestra el «enfado» de los autores sobre que hubiese pasado si los generales hubiesen realizado medianamente bien su trabajo ( El libro reparte estopa a muchos de estos funcionarios de la guerra).
    Ya acabo con este tostón , diciendo que si juntas los libros de Hastings (Armagedon y en especial Némesis) con este no creo que a nadie le quede ninguna duda de que efectivamente es la Guerra que Había que Ganar.

  5. Coincido con todo lo expuesto aquí. Es un libro que hay que leer y no es un libro iniciatico para tener una visión «global» del conflicto, para eso hay otros libros más superficiales.

  6. Me uno al club de admiradores del libro. Es fabuloso y muy recomendable. También lo tengo en edición de bolsillo (booket). Reconozco que cuando lo descubrí en las librerías me mostré escéptico: ¿Qué me van a enseñar sobre la II G. M. que no sepa ya?, pensé en plan arrogante, con la típica postura que a veces adoptamos ante los libros que quieren abarcar períodos tan extensos. Pero piqué. Y me enseñó cosas nuevas y reitero que es una maravilla.

  7. No he leído el libro y tal vez lo compre ahora si ha salido en edición de bolsillo. Respecto a que la SGM era la «guerra que había que ganar» estoy básicamente de acuerdo aunque el final de la guerra encumbró a un tirano tanto o mas repugnante que Hitler: Stalin.
    ¿Qué hubiera pasado si se hubieran aliado los japoneses, los rusos y los alemanes contra el imperio colonial anglo-francés? Africa para Alemania e Italia, el próximo oriente para Rusia y el Extremo oriente/ Pacífico / Australia para Japón. Con el petróleo ruso gratis para Alemania y una estrategia de ahogamiento mercantil, gracias a los submarinos, a una Inglaterra sin imperio colonial que explotar podríamos estar viviendo ahora en un mundo tipo 1984 de Orwell o Metrópolis de Fritz Lang. ¿Quién fue el responsable de que esto no pasara? Hitler, tarado por sus prejuicios raciales y su idealismo nacionalista.
    Lo extraño es que la guerra durara 4 años mas desde Pearl Harbour y la operación Barbarroja. Esto dice mucho de los ejércitos alemán y japonés que lucharon contra todos durante esos 4 años.

  8. Totalmente de acuerdo con Vincent. Stalin fue mucho peor que Hitler. A veces olvidamos y también lo olvida la Historia que el tirano georgiano exterminó más gente que el nazi. Entre 1922 y 1923, por ejemplo, diez años antes de que Hitler tomara el poder, Stalin eliminó unos siete millones de ucranianos… Y la GPU no tenía nada que envidiar a la gestapo. Un libro interesante sobre lo que fue salir del fuego para caer en las brasas lo tenemos en «Varsovia, 1944» de Norman Davies.

  9. Qué duda cabe que el régimen soviético cometió crímenes. Lo dice Martin Amis, y hasta César Vidal. No obstante, sigo prefiriendo a Stalin a los nazis; por motivos evidentemente partidistas, pero las cosas son así. Si es por número de víctimas, evidentemente Stalin ordenó la muerte de muchas más personas que los nazis (aunque es un espacio de tiempo más dilatado). Las cifras de las víctimas del comunismo, porque de eso es lo que estamos tratando, son a gusto del consumidor. El capitalismo va ya por los 100 millones, redondos y lirondos. En cuanto a lo del petróleo, África para Alemania, etcétera, la ciencia-ficción no es mi fuerte, de manera que no opinaré. Las cosas fueron como fueron, quizás hay gente que lo lamente (vi el otro día alguien que preguntaba dónde comprar el Mein Kampf, libro prescindible donde los haya), pero yo no. Desde un punto de vista de alternativas, Alemania ya había perdido la guerra a finales de 1942, pero no se vence a una nación fácilmente ni se invade Europa así como así. Los autores del libro no sugieren que los alemanes fueran idiotas, tan sólo que no eran suficientemente poderosos para vencer en esta guerra. Salud.

  10. Leiva, las víctimas de Stalin no tienen nada que ver con el comunismo. Él no se cargó a tantísima gente en nonbre de una ideología, sino por ser como era, o sea: un asesino sin escrúpulos. Y que conste que no defiendo a Hitler, porque este era de la misma calaña y si mató a menos gente que el otro bigotes fue porque demográficamente tenía menos víctimas donde escoger. Recomiendo «Stalin y los verdugos» de Donald Rayfield (Taurus, 2003) y «Stalin, instrumentos de terror» de Rupert Butler (Libsa, 2009).

  11. Hay un dato, que imagino sabrás Leiva, y es que Hitler y Stalin estuvieron compartiendo tecnología militar durante años a pesar del Tratado de Versalles y que en 1939 pactaron el atroz reparto de Polonia y el ataque imperialista a Finlandia. Hitler cometió el error estratégico de invadir Rusia lo que provocó el estupor de Stalin que estuvo deprimido unos días pero si en lugar de ésto hubieran pactado ambos con los japoneses el mundo hubiera sido otro, seguramente peor que éste de hoy en día. El comunismo es la peor ideología que ha existido en la Edad contemporánea y no solo por culpa de Stalin, también están Corea del Norte, Camboya o la China de la «Revolución cultural». Pero, es cierto, la SGM era una guerra que había que ganar y la otra guerra que se hubiera tenido que ganar fue la que hubiera acabado derrotando a Stalin.

  12. Ya sabía lo del pacto Hitler-Stalin. Sale en el libro y en más sitios. Molotov-Ribentropp. Y también se que ni uno ni otro confiaban en que pudiera durar más de lo que duró. Aun así, lo que siempre me resulta sorprendente es que, cada vez que se critica a Franco, Hitler o demás fantoches, sale a colación lo malo que era Stalin, la Revolución Cultural y Pol Pot, como si las cámaras de gas estuvieran justificadas en Alemania porque Stalin tenía campos de concentración. Esta ambigüedad es lo que me hace sentir simpatías por los comunistas. Por lo menos ellos no se dejaban engañar por los clichés. Eso para mí sigue siendo importante.

  13. La guerra fue la que fue y la empezó quien la empezó, eso es inamovible, no creo que se use como justificación lo que hizo Alemania comparándolo con lo malo que era Stalin. Lo que yo creo es que en general se ha condonado de alguna manera la «maldad» de Stalin por el hecho de ser uno de los vencedores de la SGM y eso tampoco debería ser una justificación, creo.

  14. LA GUERRA QUE HABÍA QUE GANAR

    Otro punto de vista crítico

    Se emplea en la ‘lectura’ que se hace del libro: La guerra que había que ganar, las expresiones: «admiración», «maldición». Bien, eso son palabras mayores.

    Bueno (me considero neutral, creo que ya lo he dicho otras veces), pues ni una, ni la otra; venga de quien venga y de la política que sea. De entrada esa es una de la lectura del análisis que efectúo de la publicación.

    Las naciones que lucharon contra el fascismo, nazismo e imperialismo en la guerra no eran mejores o peores; otra cosa es la política y la razón de ser de esas naciones. Se luchó: democracia-imperialista-capitalista contra totalitarismo-imperialista. Faltaba el comunismo en ésa ‘rama’ del totalitarismo, que posteriormente al poco de finalizar la segunda guerra mundial se enfrentaría al sistema capitalista-democrático (en la SGM permaneción ‘durmiente’ el enfrentamiento, pues le interesaba a ambas partes acabar con el nazismo, fascismo e imperialismo japonés…) produciéndose: (Guerra Fria), en otros no tan fria, como Corea, Vietnam (comunismo contra capitalismo), etc., hasta nuestros días, pues la guerra fria, aunque algunos no quieran reconocerlo sigue ahí, aunque tenga otros matices añadidos.

    Alemania, Italia, Japón; es verdad, el fascismo italiano, el imperialismo japonés y sobretodo el nazismo alemán, causó mucho daño, dolor, sufrimiento, produjo campos de exterminio, atrocidades al género humano, y se llevó a millones de vidas directamente o indirectamente en la segunda guerra mundial; es algo aberrante, detestable e inhumano.

    Nosotros los españoles, salvando las distancias con la SGM, claro está, sí, nuestros abuelos, para algunos bisabuelos, ellos sufrieron y murieron por eso mismo, por el enfrentamiento ideológico entre otras cosas: democracia o totalitarismo. Unos apoyados por países democráticos, bueno más bien entidades o individuos, y otros, sobretodo por el totalitarismo comunista de la URSS. Los otros apoyados por el totalitarismo fascista y nazi de Alemania e Italia.

    Gran Bretaña, EE.UU. y demás países afines a su ideología democrática, o no tanto; y la URSS con su régimen comunista. El comunismo ha causado sufrimiento, dolor y muerte a millones de seres humanos ,y también en la segunda guerra mundial. Por otro lado, Gran Bretaña, EE.UU., y otras naciones ‘satélites’ a su ideología han producido: dolor, sufrimiento y muerte a millones de seres humanos en la guerra (EE.UU. arrojó la bomba atómica), por su sistema imperialista-democrático en la Primera y Segunda guerra mundial ,y después… La democracia también está enormemente manchada de sangre, qué no se olvide.

    Continuando… con lo que dice el libro: los autores ‘recalcan’ que la guerra habría que ganarse ‘costase lo que costase’, efectivamente, ahí están los millones de muertos del bando aliado y los que se llevaron por delante de las naciones del Eje.
    Sí, los autores recalcan -él análisis centrado en acciones militares- contra el sistema totalitario que detestan y les amenaza quitándole su razón de ser. Efectivamente, en juego estaba el sistema político -a los ojos y semejanza ‘angloamericano’, sistema imperialista-democrático primeramente llevaría la delantera el Reino Unido y después EE.UU.,(en la PGM ya se luchó por ese sistema democrático-capitalista [ con otros matices, pero el mismo] contra un sistema obsoleto monárquico-imperialista [con matices], que causó millones de muertos ,y en un bando y otro se llevó al Imperio ruso y el austriaco-húngaro, etc.). La URSS se encontraba en un ‘segundo plano’ en la SGM, pero su política opresiva no, en sus inicios y en época de los años veinte del siglo XX se llevó la vida de millones de personas (hay que tener en cuenta, qué no se nos olvide, se aliaron: un sistema comunista con un sistema capitalista; -polos opuestos-, desde la misma Revolución bolchevique, comunismo y democracia nunca casaron.
    A la URSS le interesaba ése juego o plano, por su parte EE. UU. y Reino Unido hacian lo mismo; los intereses mutuos primaba: ¡acabar con el fascismo y nazismo mundial!.

    Llegado aquí, no quiero dejarme en el tintero las palabra de los historiadores Will y Ariel Durant, en su libro «The Lessons of History». Estos señalan varios factores básicos que contribuyen a la guerra: medios para hacerla, tendencia a hacerla, y la falta de ley y orden en lo que un servidor denominará «vecindario» el mundo.

    La obra nos dice:
    «En la actual inadecuación de la ley y el sentimiento internacionales, una nación tiene que estar lista en cualquier momento para defenderse; y cuando están implicados sus intereses fundamentales, se le tiene que permitir usar cualquier medio que considere necesario para su supervivencia. Los Diez Mandamientos tienen que mantenerse callados cuando están en juego la propia conservación»

    Por lo tanto, la segunda guerra mundial, fue eso, una guerra, sí, una guerra de ideologías, de sistemas, de imposición, la ley del más fuerte o mejores armas, para derramar sangre, y de ese modo lograr sus objetivos. Algunos de éstos se arrastraban desde la PGM (incluso antes), otros se crearían después de ella; y al terminar la guerra, continuó hasta nuetros días (no digo nada nuevo que no sepáis, cree un servidor).

    Con mi ‘disertación’, no estoy criticando al creador de la reseña u otros, por si hay alguna duda o mal entendido (hay otros lugares para ello, para polemizar), estoy efectuando una critica a la publicación y realizando una ‘lectura’ distinta tanto al libro como a la reseña (si hubiese reseñado un servidor el libro, llevaría parte de lo expuesto en mi comentario, junto a otros). El libro no es la «panacea» de los hechos de la SGM, sí, es un libro con datos, detalles, etc., todo lo que queramos, hasta un buen libro, pero: -barre para sus propios intereses-… Dejo claro, mi comentario es discrepante y muestro otra ‘lectura’ a la obra. El libro: La guerra que había que ganar, hasta el mismo título es pretencioso y propagandístico, los autores han elaborado el libro con toda la intención, presentar los hechos a imagen y semejanza ‘anglosajona’- maquillándolos con detalles, datos, etc.; mostrando al -imperio salvador- del mundo con: -la guerra que habían que ganar-.

    Por otro orden de cosas, pienso que en las reseñas hay que decir lo bueno y lo malo, o lo regular de un libro y sus autores; y si se muestra verdadera -imparcialidad o neutralidad- mejor aún, es lo que creo.

    Como conclusión a mis palabras, no puedo estar contento, no admiro a nadie, no maldigo a nadie… En todo caso detesto la política asesina y la propia guerra.

    ¡Saludos!

  15. Rodrigo, respecto a la «condonación» de la maldad de Stalin por ser uno de los vencedores ha salido ahora un libro que puede ponerlo todo patas arriba, y me refiero a la opinión pública norteamericana. Se titula «Los olvidados; una tragedia americana en la rusia de Stalin» de Tim Tzouliadis, editado por DEBATE. Trata de un grupo de trabajadores norteamericanos que desencantados con el sistema capitalista decide emigrar a la URSS tras la II G.M. Allí conocen de primerísima mano la verdad del régimen estalinista, o sea: la NKVD, Siberia, las minas de plomo de Kolima… Privados de la nacionalidad americana por su «traición» no pueden regresar y lo sufren en sus carnes. La verdad es que la mayoría de los estadounidenses conocían este hecho, el que compatriotas suyos desertaran pero a la inversa. He ojeado el libro y es espeluznante.

  16. Se trata, por cierto, de una obra monumental, aunque advertí que se ha omitido referencia a hechos ocurridos durante el conflicto bélico que juzgo no debieron haber sido pasados por alto por los autores. Por ejemplo, la «Operación Mincemeat», colosal engaño urdido por los servicios secretos británicos para hacer creer a los alemanes que los Aliados invadirían por Cerdeña y los Balcanes (cuando lo hicieron, como es sabido por Sicilia). Se valieron de un cadáver de un civil al que hicieron pasar por el de un paracaidista inglés ahogado en alta mar cuyo cuerpo llegó arrastrado por las olas a las costas españolas con «documentación» obviamente falsa, que los alemanes tomaron por buena…y la trampa funcionó.

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