To the gates of Stalingrad, David M. Glantz

En el verano de 1941 Barbarroja es una de las posibles opciones con las que Hitler cuenta para continuar la guerra. Un año después, Blau es la única opción posible para un Hitler que comprueba que la globalización de la guerra ese mismo año podría traer rápidas y funestas consecuencias para su país.

To the Gates of Stalingrad es el primero de la supertrilogía que David Glantz está escribiendo sobre Stalingrado, la batalla sobre la que más se ha escrito, y sobre la cual han pululado importantes mitos o errores de interpretación que han llegado y llegan hasta nuestro días. El frente del Este es sin lugar a dudas el escenario bélico de la Segunda Guerra Mundial que más sujeto está a reinterpretaciones y a nuevas revelaciones. Libros que hace 10 años podían considerarse como referencias insoslayables para el lector  hoy día se ven sujetos al juicio de las nuevas evidencias, que los lleva a segundo plano.

Este es un libro revolucionario. Lo es porque Glantz deshace, de forma inequívoca y diáfana, una de las grandes creencias que ha existido en la historiografía de la Segunda Guerra Mundial: que el Ejército Rojo efectúa una retirada estratégica en el verano del 42 ante el avance del ejército alemán, y que más tarde esos ejércitos que se han batido en una retirada programada son los mismos que acaban con los alemanes en el Cáucaso y Stalingrado.

Una década después de la guerra, Kurt Zeitler, sucesor de Halder como jefe del Estado Mayor del Heer alemán resumía así el fracaso de Blau:

“Los objetivos militares siempre se deben corresponder con  las fuerzas y demás medios disponibles para la consecución de los mismos. Desde un punto de vista puramente táctico no es suficiente con simplemente llegar a un objetivo: la consolidación en el objetivo es también esencial. Si esto no se consigue, entonces las fuerzas involucradas se habrán sobreextendido , y la operación ofensiva, sin importar cómo de atractivo sea el objetivo, contendrá en sí misma y desde el principio el germen del fracaso, si no de una derrota real.”

Desde el primer momento, Blau I, Stalin ordena a sus fuerzas defender hasta el último hombre, en todos los sectores: Por ejemplo, después de destruir 600 tanques en su camino a Voronezh, una vez cerca de la ciudad Paulus y Weichs se enfrentan a otros 600, del 5º Ejército de Tanques, que Stalin moviliza ante la sorpresa del ataque en el sur. Pero no sólo moviliza a esos sino que también al 3º, 5º, 6º y 7º Ejércitos de la Reserva.

Los avances en la segunda fase, Blau II, en términos de velocidad son tan espectaculares como en Blau I y, de la misma forma, Stalin lanza nuevos ejércitos ( 57 y 24) para tratar de detener  la debacle, que se dibuja incluso más catastrófica para los soviéticos que Blau I. Pero los alemanes avanzan , cortando la línea de retirada de los ejércitos 28 y 38. En medio de este desastre Stalin forma un nuevo frente con los restos de los Ejércitos del Suroeste y los nuevos 62, 63 y 64.

Hay un hecho innegable, y que desde que comienzo el libro busco la explicación de Glantz: los alemanes, efectivamente, en las gigantes bolsas que crean no atrapan ni la mitad de tropas que atrapan en Barbarroja: he ahí el quid de la cuestión. ¿Por qué? Porque los alemanes no cuentan con la infantería necesaria para impermeabilizar esas gigantescas bolsas: viene a cuento el párrafo de Zeitler de arriba. Los objetivos son demasiado ambiciosos para las fuerzas de las que se dispone.

Esta preocupación, no capturar a los suficientes soviéticos en las bolsas, es la que hace cambiar sustancialmente por primera vez los planes de la campaña, el 12 de Julio: Blau III no se planificará como un avance incondicional hacia el este buscando el Volga, sino que Hitler ordena cortar hacia el sureste, para así atrapar a más tropas, pero perdiendo de vista el objetivo de Blau III: Stalingrado. Bock se opone y Hitler no se resiste: lo sustituye por Weichs.

Llegado a buen puerto el cambio de rumbo, Hitler se encuentra con el dilema: ¿hacia dónde avanzar? ¿Hacia el Cáucaso o hacia Stalingrado? ¿Por qué no los dos?  Esa es la historia de la directiva nº 45 del 23 de Julio de 1942, que divide el esfuerzo principal en dos ejes estratégicos distintos (Grupo de Ejeŕcitos A hacia el Cáucaso, y Grupo de Ejércitos B, hacia Stalingrado), más un tercero, el del extensísimo flanco izquierdo de todo el grupo de Ejércitos Sur ( luego A y B), que parte de Voronezh y llega siguiendo el cauce del Don hasta Stalingrado: mal asunto, argumenta Glantz: 2 grupos de Ejército para 3 ejes estratégicos separados.

Es curioso, la ventana que abre Glantz de un posible éxito que hubiese podido tener la estrategia alemana en caso de que, según expone, la prioridad de suministros en general hubiese sido para el Grupo de Ejércitos A y su esfuerzo en el Cáucaso, en vez de como fue, para el B, en Stalingrado.

El 6º Ejército, una vez encara la gran curva del Don, se encuentra con una enconadísima resistencia soviética, que desbarata el plan inicial de Paulus de, en el más puro estilo alemán, rodear a los soviéticos con una doble pinza que debía cerrarse en Kalach, para trapar a los ejércitos rusos al oeste de la curva del Don. Glantz resalta repetidas veces el hecho de que Paulus no consigue expulsar a los soviéticos de la curva del Don de una vez, sino que lo tiene que hacer en repetidas fases, a tirones, según iban llegando refuerzos , que son descontados del larguísimo flanco izquierdo, y según iba llegando gasolina para los tanques.

El larguísimo flanco izquierdo paulatinamente se desnuda de tropas alemanas, necesarias para despejar el camino hacia Stalingrado, para que sean sustituidas por rumanos, húngaros, italianos, que conceden cabezas de puente a los soviéticos en Serafimovich, por ejemplo.

Las conclusiones finales de Glantz son elocuentes, cuando menos: Después de atacar a un Ejército Rojo compuesto por 16 ejércitos a lo largo de un frente de 600 km, los Grupos de Ejército A y B derrotaron a 13 ejércitos, destruyéndolos casi por completo y malhirieron a otros 3. ¡ Pero en el ínterim la Stavka pone encima del tablero otros 24 ejércitos!!! Este dato, pormenorizado en el libro, desmonta el mito de que las divisiones que a primeros de Julio “se retiraron” ante el avance alemán son las que luego derrotaron a los alemanes. El inefable trabajo organizativo soviético brilla por sus espectaculares números. En septiembre, argumenta Glantz, la mitad de los 25 ejércitos que  se oponen a los alemanes son completamente nuevos.

No puedo olvidar en la reseña las 60 o 70 páginas que Glantz dedica a la aventura del Grupo de Ejércitos A en el Caúcaso. Otra vez, detrás de la voluptuosa avalancha de datos que ofrece, se aprecia una lucidez, una clarividencia, la del experto que lleva una vida dedicada al estudio de este conflicto, que le permite tomar cierta distancia del mapa y apreciar los fundamentos operacionales de la campaña  como pocos.

El libro acaba con los alemanes a las puertas de Stalingrado, como bien dice el título. El segundo volumen se ocupa, en 800 y pico páginas en describir las batallas entre septiembre y noviembre del 42. Y el tercero, que verá la luz en cosa de un año se ocupará de las contraofensivas soviéticas del invierno del 42-43.

Otras consideraciones y opinión

El peso de la historia del libro está repartido a medias entre rusos  y alemanes, y quizás un poco más por parte de los rusos. El objetivo de Glantz es demostrar que el Ejército Rojo nunca planifica ni lleva a cabo la “retirada estratégica” y que si los alemanes fracasan en su campaña de verano es por culpa de la enconada resistencia soviética, sobre todo,  que siempre exige más divisiones alemanas en el frente.

En cuanto al estilo de Glantz, es el tema recurrente de los detractores. Bien, yo pienso que sería francamente difícil mejorar el estilo, teniendo en cuenta el contenido. El contenido es información cruda y pura. Hay muy pocos, poquísimos juicios de valor, los justos, aunque más que suficientes. Es un libro de movimientos de ejércitos y divisiones, de informes y contrainformes. Considero que es un libro de difícil lectura, por la concentración que requiere de forma contínua para no perderse. Los 90 mapas que tiene no son superfluos, son necesarios, y en todos hay que mirar detenidamente si no se quiere correr el riesgo de olvidar los últimos movimientos de los ejércitos al pasar la página.  Son pequeños, y esta vez no lo digo por mi maltrecha vista, sino porque si no se amplían debidamente mediante una fotocopia, en algunos es prácticamente imposible distinguir algo.

Pues bien, éste es Glantz.

  • Hardcover: 678 pages
  • Publisher: University Press of Kansas; 1ST edition (April 21, 2009)
  • Language: English
  • ISBN-10: 0700616306
  • ISBN-13: 978-0700616305
  • Product Dimensions: 6 x 2.1 x 9 inches

6 comentarios en “To the gates of Stalingrad, David M. Glantz

  1. Magnífica reseña una vez más Isidoro. Glantz es para leerlo con lectura programada, como yo digo: sesiones de sillón, y 4 horas sin ser molestado.

    En un estudio que tiene sobre la Batalla de Moscú, el general Blumentritt recuerda que uno de los errores recurrentes del ejército alemán fue la incapacidad que tuvieron durante los primeros años de cerrar las bolsas con eficacia.

    Saludos

  2. Enhorabuena Isidoro por tan magnífica y completa reseña. ¡¡Qué envidia – sana, eso sí – me das!! ¿Para cuándo su traducción a la lengua de Cervanes? Supongo que la cosa está difícil para cualquier editorial con la que «está cayendo». Como bien señalas, y refrenda Verdoy, leer a Glantz son palabras mayores. Utilizando tus palabras «voluptuosa avalancha de datos» e «información cruda y pura»;pero a la vez «lucidez», «clarividencia» y «una vida dedicada al estudio de este conflicto» – perfecta descripción de Glant y su estilo-.

    Leí «Antes de Stalingrado» (Inédita) – del inicio de Barbarroja al fracaso de Tifón – hace dos o tres años y quedé anonadado por la ingente cantidad de información que maneja Glantz. Como bien comentas, sin buenos mapas al lado acabas perdido.

    Por otro lado, se agradecen nuevas ópticas historiográficas y que la lupa se centre menos en la «Wehrmacht» – lo habitual – y más en el Ejército Rojo. Ahí también cabe destacar a otros autores como la profesora Merridale en su genial «La Guerra de los Ivanes».

    Saludos.

  3. Hola,

    Pues sí, Verdoy, Glantz necesita tiempo. Pero sabemos que merece la pena. Curiosamente José Sebastián, esto es algo que lo suelo comentar en persona con las poquísimas personas con las que puedo hablar de esto en persona, «Antes de Stalingrado» es sin duda lo que menos me ha gustado de Glantz. Su libro sobre Kursk está mucho mejor, es sencillo de seguir y también es corto. Este es también muy bueno.

    Creo que Glantz tiene muchas mejores cosas que lo que se publicó en español. De todas formas, yo la verdad es que acogí la publicación con entusiasmo. Fue una gran noticia.

    En algún sitio he leído una entrevista a Glantz en la que recomienda el libro de Merridale. Lo tenemos en español y ni lo tengo en mi biblioteca…

  4. Gran reseña, Isidoro. La leí el otro día en tu blog y me prometí comentarla en cuanto tuviera un momento.

    A mi lo que me sorprende de Glantz es la cantidad de mitos que ha destruído en apenas 10 años (retiradas estratégicas, invierno ruso…) evidentemente nos encontramos ante una época propicia, que anteriores historiadores militares no pudieron explotar -caída del telón de acero, con la consiguiente posibilidad de acceso a los archivos soviéticos- pero el trabajo del viejo coronel resulta ya estelar. En historia pocas cosas son definitivas, pero a mi parece que el trabajo de Glantz es muy difícil de superar.

    Ah! yo también tengo el libro de Merridale, pero aún no lo he leído. A ver si a partir de noviembre, aproximadamente, no tengo que parar nunca más de leer 😉

    Saludos

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